Victoria Onatra: Sueño en las palabras de un soñador
Por: JR
El poeta expresionista Gottfried Benn alguna vez dijo en uno de sus poemas "en la guerra siempre cumple guardarse una última bala". Esa bala que arrebata la vida se vuelve una bendición ante una insoportable carga de la barbarie.
Respecto a esto diría que en toda mi existencia no he conocido una bala ideal para volarme la tapa de los sesos, que no sea Victoria Onatra, ese hermoso pájaro azul que más que escribir poemas es el cuerpo donde la poesía misma ha decidido encarnar.
Quienes poseen “el verdadero” don del sueño reconocen que su ser es una metáfora alienada proyectada en el sino fulgurante de aquellos que sospechan la luz en la penumbra de la miseria, y es que su sola presencia es una reacción en cadena de misticismos y por extraño que se escuche, solo un insensato no le rendiría tributo a esas emociones que despierta en el corazón.
Su poesía es el impulso y la voz de los abandonados en el manicomio de la vida, de los que se retuercen en monstruosas iluminaciones mientras recorren los recovecos inexorables de la ciudad. Sus palabras son el manifiesto anónimo y visceral de una horda de espíritus mutilados por la voracidad de un mundo amante de llamar loco a aquellos que poseen sus propios horizontes.
Solo puedo concluir diciendo que Victoria Onatra, mi hermosa metralleta inefable, es una caminante entre sus sueños, poemas, libros, fotografías y un sinnúmero de noches oníricas llenas de éxtasis.
Oh, hermoso pájaro astral, que las líneas de tus manos se extiendan hasta el infinito, para tenerte aquí, por lo menos, una eternidad.
Por: JR
El poeta expresionista Gottfried Benn alguna vez dijo en uno de sus poemas "en la guerra siempre cumple guardarse una última bala". Esa bala que arrebata la vida se vuelve una bendición ante una insoportable carga de la barbarie.
Respecto a esto diría que en toda mi existencia no he conocido una bala ideal para volarme la tapa de los sesos, que no sea Victoria Onatra, ese hermoso pájaro azul que más que escribir poemas es el cuerpo donde la poesía misma ha decidido encarnar.
Quienes poseen “el verdadero” don del sueño reconocen que su ser es una metáfora alienada proyectada en el sino fulgurante de aquellos que sospechan la luz en la penumbra de la miseria, y es que su sola presencia es una reacción en cadena de misticismos y por extraño que se escuche, solo un insensato no le rendiría tributo a esas emociones que despierta en el corazón.
Su poesía es el impulso y la voz de los abandonados en el manicomio de la vida, de los que se retuercen en monstruosas iluminaciones mientras recorren los recovecos inexorables de la ciudad. Sus palabras son el manifiesto anónimo y visceral de una horda de espíritus mutilados por la voracidad de un mundo amante de llamar loco a aquellos que poseen sus propios horizontes.
Solo puedo concluir diciendo que Victoria Onatra, mi hermosa metralleta inefable, es una caminante entre sus sueños, poemas, libros, fotografías y un sinnúmero de noches oníricas llenas de éxtasis.
Oh, hermoso pájaro astral, que las líneas de tus manos se extiendan hasta el infinito, para tenerte aquí, por lo menos, una eternidad.